Todo lo anterior al siglo XX, está en Historia de la salsa, ya que lo sucedido en El Caribe es común a la humanidad.
Años 30
En 1930, el clarinetista cubano Mario Bauzá llegó a Nueva York enamorado del jazz por una visita 4 años antes. Amaba El Harlem por sus grandes clubes con espectáculos musicales: Apollo, Savoy… y por encontrarse allí libre de racismos. Años más tarde se hizo trompetista en una banda de swing.

Mientras Bauzá avanzaba en su conversión hacia el jazz estadounidense, la música cubana ganaba adeptos en Estados Unidos. En 1931 una orquesta cubana convirtió el disco El manisero en todo un éxito.
Las millonarias ventas pusieron de moda el baile de la rumba en los años 30, y las orquestas latinas se volvieron la atracción en salas de baile.
Pastel de limón y merengue: Jazz sobre ritmo afrocubano.
Bauzá llevaría a Nueva York desde Cuba a su cuñado, al que se le conocería como Machito, excelente cantando y con las maracas. Formó la orquesta Machito y sus afrocubanos. Quisieron dar a conocer que la base de su música era africana, debido a sus orígenes.
Su público base, serían los más de 30.000 puertorriqueños que había en nueva york, casi todos al este de Harlem, el llamado spanish-harlem, o el barrio. La mezcla de jazz y ritmos tradicionales influyo directamente a esta nueva generación de latinos en Nueva York. El estilo fue llamado también, latin-jazz.

Se convirtieron en un puente entre dos mundos, encontrando éxito en los clubes y salas de baile para blancos en Manhattan, siendo la orquesta del club La comba durante 3 años. Mezclaban la música animada hacia el público blanco, con mensajes encubiertos hacia los conocedores de la cultura cubana.
Años 40
En los años 40, los Machito afrocubanos lanzaron su tema estrella, Tanga. Seguían con improvisación de jazz sobre base afrocubana, con intenso sonido de trompeta sostenido. Serían la raíz de lo que Miles Davis experimentaría mucho más tarde. Atraerían por entonces, a los músicos más de jazz innovadores del momento.
Machito y los afrocubanos: Tanga (trompeta sostenida)
A finales de los 40, Cándido Camero y otros congueros, como Mongo Santamaría y Armando Peraza, llegaron a Nueva York, y comenzaron a transformar la música popular, integrando la conga en una nueva fusión de jazz. El conguero cubano Chano Pozo, fue incluido en la orquesta de Dizzy Gillespie, siendo todo un éxito. Con el tema Manteca hicieron una de las melodías más distintivas del jazz afrocubano.
Cándido Camero: Manteca (extracto)
Años 50
A principios de los 50, el mambo explotó internacionalmente, siendo el cubano Pérez Prado, de Ciudad de Méjico, uno de los más reconocidos mamberos. Aunque la primera pieza de mambo, había sido inventada en Cuba a finales de los años 30 por el pianista Orestes López y su hermano Israel (alias, Cachao), bajista. estaban buscando la manera de amenizar el danzón. Para ello utilizaron la síncopa.

El mambo fue adoptado por otros compositores cubanos, que además le dieron valor al hecho de que tenía su propio estilo de baile.
Aunque la mayoría de estados unidos vio a Pérez Prado como el rey del mambo, Nueva York le otorgó ese privilegio a The Big 3: El puertoriqueño Tito Rodríguez, galán también conocido por sus boleros, el neoyorkino nacido en el barrio hijo de puertorriqueños Tito Puente, y cuya pasión había sido el swing, pero que encontró su sitio en las bandas latinas de el barrio, bajo la tutela de Mario Bauzá y otros.

Revolucióno los timbales, haciendo que vibrasen las orquestas. Su carrera como líder de orquesta y arreglista durará más de cinco décadas. Mario Bauzá dijo que nadie había hecho más que él por la música afrocubana.
Tito Puente: Para los rumberos (extracto)
Cerca del centro de Manhattan, el Club Palladium era la referencia del mambo. Albergaba a gente de todas las razas y religiones, todos ellos bailando juntos, algo que era tremendamente transgresor en la américa de los años 50, más aún teniendo en cuenta lo atrevido de los movimientos que se hacían en la pista.
Allí se iba a vestido elegantemente a bailar y a hacer vida social nocturna. La música consiguió integrar judíos, italianos, afroamericanos, latinos… y hacer que compartiesen local y pista de baile. Caló de forma muy profunda en el público judío. muchos de ellos refugiados del holocausto.
La música latina significaba, en cierto modo, un acercamiento sexual entre jóvenes que, por aquella época no practicaban de otra forma.
El Palladium fue también, escenario de multitud de músicos de fusión jazz-afrolatino. Pronto empezó a ser un referente de ocio para todo tipo de celebrities, siendo también un impulsor de carrera profesional para bailarines. La italoamericana Millie Donay y el puertorriqueño Pedro «cuban pete» Aguilar, fueron los referentes en este sentido.

Ambos fueron evolucionando en su estilo de baile, y motivaron el nacimiento de otros súper-bailarines del momento, como Agustín «Augie» Rodríguez y Margo Bartolomé, que serían pioneros en introducir giros y deslizamientos en el mambo.
El mambo influiría también en Broadway, concretamente en el musical West side story, donde se mostraría la lucha social del más de 500.000 de puertorriqueños que vivían en Nueva York en los años 50.
En 1955, Pérez Prado sacaría un nuevo éxito llamado Cherry pink and apple blossom white, que daría origen al chachachá ,visto por muchos como un nuevo baile cubano más fácil de bailar, ampliando así el atractivo de la música latina en Estados Unidos.
Pérez Prado: Cherry pink and apple blossom white (extracto)
Años 60
Con la entrada de Fidel Castro al poder en 1959, Estados Unidos cortó todo tipo de influencia cubana en su territorio, lo que provocó una decadencia de la música latina, que se vio más acrecentada aún con la irrupción de Los Beatles y en rock and roll a mediados de los años 60, que cautivó en el norte y suramérica.
El rhythm and blues pasó a adueñarse de, hasta el este del Harlem. pero es curioso apreciar cómo en sus inicios, el rock and roll tuvo la influencia de compositores latinos, como se aprecia Save the last dance for me de The drifters, o Louie louie de The kingsmen, basada esta última en un chachachá de René Touzet.
The rolling stones: I can’t get no satisfaction (extracto) – muestra de su base chachachá
Pero los músicos latinos crearon su propia versión de rhythm and blues y rock, el boogaloo latino, fusionando ritmos traducionales latinos en ello, que incluiría el boogaloo blues, con artistas como Johnny Colon, Joe Cuba, Pete Rodríguez, o Joe Battan, atraidos también, por su sencillez musical en comparación al mambo.
Pete Rodríguez: Micaela (extracto)
El boogaloo latino abrió las puertas a Willie Colón, adolescente trombonista de 14 años del sur del Bronx, que sería un icono de la salsa años más tarde en los 70. Contratado en 1967, con 16 años, por la discográfica local Fania Records para tocar junto a Héctor Lavoe, puertorriqueño de origen que recién había inmigrado a NuevaYork, y que no se vio convencido por la nueva banda, pero siguió trabajando con colón durante 8 años más.
Pero su primer disco, El malo, fue un éxito en el barrio e impulsó a Fania, co-fundada por el dominicano Johnny Pacheco, que no disfrutaba del boogaloo aunque le generase ingresos, ya que su experiencia musical venía de las orquestas latinas neoyorquinas de los años 50, y de su propia banda latina de principios de los 60.
En sus inicios en Fania Records, Pacheco se encargaba de distribuir los discos él mismo, con su coche, por Nueva York y por el Bronx. encontró financiación en el italoamericano Jerry Masucci, con quien cofundó la discográfica.

Será en Nueva York donde se le agreguen trompetas y trombones, como Barreto, o violines, como Joe Quijano en su conjunto Cachana.
Joe Quijano: La pachanga se baila así (extracto)
Además de las ya nombradas, las de Mongo Santamaría y Orquesta Brodway serán de las más influyentes, sin llegar ninguna al nivel éxito de la moderna de Ray Barreto.
Ray Barreto: Buaguancó bonito (extracto)
Ray Barreto: Salsa y dulzura (extracto)
A mediados de década, pequeñas agrupaciones como la de Joe Cuba o Richie Ray dominarán la escena neoyorquina.

A partir de 1965, las charangas y big bands comienzan a decaer, y en los siguientes 2-3 años termina de germinar el gran salto hacia la salsa. las condiciones sociales de los inmigrantes puertorriqueños necesitan una música con la que identificarse, y la dulzura de la charanga no refleja la violencia y penuria con la que éstos viven en El Bronx.
La inmigración de músicos cubanos y puertorriqueños hacia Nueva York desde los años 20, se encargarán de hacer el resto desde finales de los 60.
Años 60 en San Francisco
En San Francisco, Bill Graham recrearía su propia versión del Palladium (Manhattan años 50) en el Fillmore, salón de baile psicodélico que crearía tendencia entre los de su género.
Allí conocería a Carlos Santana, mejicano de origen, violinista ambulante en su niñez, y acompañante de su padre por los peores tugurios e Tijuana en su adolescencia, que emigrando a San Francisco encontró su pasión en la guitarra, y más concretamente en el blues bajo la influencia de BB King y desconocedor de Tito Puente y sus contemporáneos latinos. Su banda hizo blues-rock en sus inicios, evolucionando hacia sonidos fusión con nuevos integrantes, como Mike Carabello, de familia puertorriqueña, que introdujo la conga en ella, Chepito Areas (timbales) de Nicaragua, Gregg Rollie (órgano) de Seattle, Michael Shrieve (batería) de San Francisco, o el afroamericano David Brown (bajo), llevándola hacia el jazz-rock con influencia latina, creando un auténtico estilo propio basado en una fusión de razas ya en 1969.
Se encargaría (Bill Graham) de promocionar la banda, impulsándola hacia estilos latinos.
El 16 de agosto de 1969, Santana (su banda) debutó en Woodstock (Nueva York) ante más de 500.000 personas. Haciendo sonar una fusión de rock, blues, y percusiones afrocubanas, siendo uno de los éxitos del festival, pasando a ser conocidos a nivel internacional, siendo la primera súper-estrella para el mundo latino en estados unidos.
Santana: Soul sacrifice – 1969 Woodstock (extracto)
Años 70
Pacheco y Masucci combinarían la fuerza del boogaloo con el arte de los ritmos cubanos tradicionales, tratando de generar tendencia en el público latino que buscaba una identidad musical.
Apoyándose en el estilo duro de gangster que se sentían identificados los neorriqueños, Willie Colón y Héctor Lavoe dieron en el clavo con esa identidad propia que buscaban, con discos como Cosa nuestra, Vigilante, The good the bad the ugly, o The hustler, en los que se mostraban al público vestidos como gangsters.

Dejando el boogaloo y yendo hacia ritmos más latinos, llegarán en esta década grandes éxitos para ellos como Todo tiene su final. Lavoe y su sabor puertorriqueño cantando, fue determinante en esta explosión. fusión entre música bronx y puerto rico.

A principios de los 70, Willie Colón viajaría varias veces a puerto rico, donde se enriquecería musicalmente con con su tradicional música jibara, descubriendo el cuatro, y empezando a construir música incluyendo esta influencia.

Como ejemplo, el tema La murga, inspirado en sonidos que conoció Colón en Panamá, y que ha sido utilizado en multitud de salsas posteriores.
Willie Colón: La murga (extracto)
Este nuevo estilo impactaría al panameño Rubén Blades, que cambiaría el formato de la salsa.

En ese arranque de década, Fania empezó a romper el mercado. en agosto de 1971, se organizó el evento Fania All-Stars en Cheetah Club, dirigido por Johnny Pacheco con los mejores salseros del momento en Nueva York, siendo un auténtico éxito con una afluencia masiva de público, siendo una de las noches más mágicas de la historia de la música latina, conocida como el nacimiento de la salsa. Muchas y distintas ramas de la música latina convergieron en Nueva York para crear el sonido latino de los 70, el sonido salsa.
Se hicieron arreglos sobre base musical cubana, con influencia de rock y jazz. allí estaba, entre muchos otros, Cheo Feliciano.
Fania All Stars 1971: Anacaona (extracto)
La salsa supuso una válvula de escape para los problemas de la deprimida comunidad latina de el barrio. Mientras tanto, Fania fue comprando discográficas hasta quedarse reinando en el sector. La salsa pasó a ser la música identitaria de los latinos en Estados Unidos.
Masucci impulsó la salsa fabricando películas de sus eventos, de igual modo que se hizo con Woodstock. También tuvo problemas que vinieron con el descontento de alguno sus artistas para con él, argumentando que les explotaba económicamente, muriendo algunos de ellos en el umbral de la pobreza. En cualquier caso, Massucci supo comprender a su público mucho mejor que sus propios artistas.
Larry Harlow, nacido en Brooklyn en una familia ruso-judía, y educado en la música clásica, fue destacado músico y productor de Fania. En su adolescencia comenzó su interés por la música latina durante su adolescenca con músicos del Harlem. En los 70 sacaría el éxito La cartera.
Larry Harlow -La cartera (extracto)
En agosto de 1973, Massucci decidió organizar otro evento Fania All-Stars en el yankee stadium, esta vez para 45.000 personas. otro éxito, hasta que el público enloquecido, empezó invadir el campo y a subirse al escenario en masa y hubo que parar el concierto.
En 1974, Héctor Lavoe iría a Puerto Rico a cantar, donde convirtió Mi gente en un himno para la salsa.
Héctor Lavoe: Mi gente – Puerto Rico 1974 (extracto)
En ese mismo concierto, la mítica Celia Cruz fue presentada como una de las estrellas que pasaba a formar parte de Fania. su bagaje se remontaba a los años 40 en Cuba, desde emisoras de radio a clubs de música en vivo. Celia Cruz representaba el peso de la vieja escuela.

En 1976, Masucci se propuso sacar la salsa de el barrio e integrarla en la cultura pop estadounidense, para ello utilizó su película salsa, con la colaboración de, entre otros, Jorge Santana (hermano de Carlos) en el reparto como guitarrista. Pero la crítica no fue buena, y Fania vendía más fuera de Estados Unidos que dentro, y las Fania-Stars hacían giras por el mundo entero, triunfando África, Asia, Europa, y especialmente en Latinoamérica. y a diferencia de lo que decían otros, Willie Colón le reconoció a Masucci el lugar artístico, social, y económico en el que les había puesto.
En 1977, Rubén Blades graba su primer disco en Fania con Willie Colón, incluyendo letras sofisticadas en las canciones, lo que supuso un nuevo revulsivo para el género. La salsa comenzó a tener contenido social y político en sus letras, expandiendo sus canciones más allá de su público habitual, permitiendo ser escuchadas no sólo para bailar. Su disco Siembra vendió 500.000 copias sólo en Caracas, algo sin parangón para entonces.
Rubén Blades: Pedro Navaja (extracto)
A partir de ahí, con la irrupción de productoras discográficas en Hispano-América comenzó el lento declive de Fania Records. Héctor Lavoe se hunde en el mundo de las drogas, y Blades le regala la canción El cantante, que sería en el icono de Lavoe. A finales de década, Fania ya estaba prácticamente hundida y con sus estrellas dispersándose por otras productoras, cesando su actividad en 1979.
Héctor Lavoe: Periódico de ayer – Sala Palladium 1988 (extracto)
Años 80
A partir de los 80, la salsa se internacionaliza, y lógicamente es en Latinoamérica donde mayor calado tiene.
Surgen nuevos conceptos, como la salsa romántica, donde el tempo de las canciones es mucho más propio para el romanticismo en comparación con la música de orquesta de décadas anteriores.
Las orquestas, en muchos casos, pasan a ser grupos de músicos más reducidos, y la salsa como baile arranca una auténtica carrera en su perfeccionamiento.
Años 90
Atendiendo al relato de Tony Escartín, allí se daban cita bailarines y escuelas importantísimas, como la de Eddie Torres o la de Paul Pellicoro (no dice que abriesen en esa época, si no que él las conoció entonces).
Cuenta que lo principal se encuentra en Manhattan, Brooklyn, y El Bronx, y que bastante gente del entorno se conocen entre ellos.
Habla también de salas míticas como China Club, y de cómo bailar On2 es lo común entre bailadores, además de haber mucha salsa cubana también.
Los sociales organizados por escuelas son también muy habituales.
Epílogo: NY años 60 vs Madrid 2020
La salsa ha sido un movimiento integrador de culturas. La Sala Palladium de Nueva York, daba cita bailarines de todas las razas y culturas, al igual que lo hace cualquier sala de baile de Madrid.
La notable diferencia en el boom salsero de medio siglo de diferencia, es que en Estados Unidos estuvo ligado a la música en sí, mientras que en Madrid viene ligado al baile. Es verdad que el mambo ya se bailaba en los 50 con movimientos espectaculares, pero nada tiene que ver la forma de bailar salsa de los 70 en estados unidos, con lo que se ve en madrid en 2020. Aquí y ahora, se presta mucha más atención a disfrutar haciendo figuras, que a bailar mientras se escucha una música que llega a las entrañas.
Desde los 80, en Latinoamérica se ha promovido la salsa también como baile, de eso no nos podemos olvidar. De hecho, no me cabe duda de que el continente de la salsa es Sudamérica.
Ambos movimientos tuvieron su razón de ser. El Nueva York de mitad del siglo 20 buscaba dar salida a una sociedad deprimida después de la segunda guerra, con una tremenda inmigración latinoamericana a suelo estadounidense que necesitaba una seña identidad. El Madrid del primer cuarto del siglo 21, ha buscado una salida a los bares de copas tradicionales, donde el alcohol no deja lugar a un ocio saludable, generando un público desencantado. De igual forma, la salsa en Madrid es un excelente medio para conocer gente, y ha sido fuente de ingresos para una sociedad que no termina de recuperarse de la crisis de 2010.
La gente de el barrio escapaba de sus problemas con la música latina, algo idéntico a lo que está sucediendo con la salsa, que se está utilizando en muchos casos como una válvula de escape a los problemas cotidianos como estrés, soledad, o dificultad económica.
Inicialmente en nueva york, los músicos creadores de sonido jazz-afrocubano eran inmigrantes latinos, de igual forma que la salsa en Madrid tuvo en sus inicios una mayor afluencia de público inmigrante. En ambos casos, la cultura salsera se extendió más allá y alcanzó a la población original neoyorquina y madrileña respectivamente.
Los palladium y Apollo de nueva york, son los Pincel y Tropical House de Madrid. Lógicamente, el devenir de los años ha ido cambiando las bandas por los DJs, lo que ha cambiado la magia del directo, lo cual es lógico desde el punto de vista del hostelero.

La Fania Records de los 70, es el Salsea de esta década, con Pablo Vilches haciendo las veces de Jerry Masucci. Es curiosa la similitud que hay entre ambos movimientos, cómo los All Stars de Fania se ve reflejado en los Salsa Festival de Salsea.
Era todo un lujo estar en esa selección de músicos, de igual forma que lo es poder dar talleres en un súper congreso. En ambos casos, los promotores se encargaron de seleccionar lo mejor del momento, de generar macro-shows, de innovar, de ser un referente.
Por seguir haciendo analogías, Masucci creó las películas de salsa, y Vilches se ha subido enseguida al carro de los talleres live-streaming.
No sabemos todavía si Salsea terminará como Fania, de la que se fueron disgregando sus mejores músicos hacia discográficas emergentes en todo Estados Unidos y latino-américa, pero ambos entes han pasado ya a la historia de la salsa, cada uno en su latitud, cada uno en su momento.
