Aún recuerdo el primer congreso al que fui, hace ya casi 5 años… Cullera. Llevaba poco tiempo bailando, pero la gente de mi entorno se empezó a apuntar, y allí que me planté. full-pass, habitación, y ganas de conocer.
La primera vez, sientes una excitación fuera de lo normal. Desde que haces check-in en el hotel, no paras de sorprenderte con el ambiente: Gente por aquí, gente por allá… todos bailarines en mayor o menor medida.
Te falta tiempo para ponerte cómodo y empezar a hacer talleres, los haces todos. Después de llevar un tiempo bailando en tu escuela de turno, te juntas con gente de todo tipo con más o menos nivel, y el grado de motivación es el máximo. Apenas paras para comer y para cenar.
Y por la noche, cuando el cuerpo no te da más de sí… el social. y claro… no te lo vas a perder, para eso te has embarcado en ese viaje. Después de llevar todo el día en ropa deportiva, por fin te pones de gala para pasearte por las salas sacando lo mejor de tu talento.
Te sientes especial, acabas de entrar a formar parte de la élite del mundo-baile. Ya no eres el típico que se limita a ir una vez a la semana a clase y a bailar en pista un par de fines de semana al mes.
Hasta aquí, todo es nuevo, y el grado de excitación no te deja ver más allá de lo que estás haciendo.
Luego llegan los siguientes, y te cambia la perspectiva.
Aunque durante un tiempo sigues buscando mejorar como bailarín, llega un momento en el que eres totalmente consciente de que casi ninguna de las figuras que aprendes, la vas a poder poner en práctica en pista. Es muy simple: nadie es capaz incorporar una figura a su «repertorio» habiéndola practicado una sola vez.
Aparte, las figuras que se enseñan en congresos, tienen un componente muy alto de «lucimiento del profesor». Además, dado el volumen de audiencia de los talleres, nunca van a poder corregirte como alumno.
El social… llevado a cabo en un espacio abierto, sin sillones en los que descansar tomándote una copa (las sillas no van acompañadas de mesas en las que proponer la más mínima tertulia). Cualquier sesión de discoteca ofrece más comodidad que un social de congreso.
Entonces, ¿qué es lo que hace que se sigan llenado?
En realidad, es el componente social (que no baile social), el sentirte rodeado de gente con una afición común, compartir pasillos, cafés, comidas y cenas… sentirte sumergido en un ambiente de gente con la que tienes conversaciones afines. de día, sin la velocidad de una sesión de discoteca en la que te limitas a sacar a la gente a bailar y rara vez entablas conversación.
En los congresos se produce una verdadera convivencia entre grupos de gente que sólo se conocían de compartir escuela de baile y alguna que otra cena pre-discoteca. Dan la posiblidad, incluso, de ampliar tu círculo de amistades en un ambiente mucho más relajado que el nocturno.
Luego está la gente que utiliza este tipo de eventos para lucirse… para destacar en algo.. para demostrarle al resto del mundo que son los mejores.. pero eso ya es otra historia…
Por resumir, podríamos decir una muy buena opción de pasar un fin de semana rodeado de gente con una afición común (conocida o no), sin tener que esperar a la medianoche para empezar a disfrutar.
Para que todo este tinglado funcione, los organizadores se encargan de buscar «afamados profesores«, los cuales van casi de prestado sólo por adquirir visibilidad. Eso a su vez, hace que el asistente, vea los talleres casi como un espectáculo… como algo que no le van a ofrecer en su escuela habitual. son como los «All star» de la NBA.
Fin de semana saludable (el baile es ejercicio), con gente que consume poco alcohol y que comparte una afición, y alargable (en horas) en función de tu motivación y/o capacidad de aguante. Queda perdonado el descontrol de horarios, la volatilidad de precios, y el cansancio con el que llegas el lunes a trabajar.
Y por si fuera poco, en verano se ofrecen con playa y piscina. Ideal para los que no tienen un plan mejor de veraneo….
Nota 21 enero 2018: nos quedamos sin Cullera…