Desconozco a cuántas master classes de salsa he asistido en estos cinco años, pero han sido unas cuantas, y aunque he de reconocer que algunas sí han merecido ese nombre, el resto lo único que han tenido de master class es el nombre. Vaya por delante que no culpo de nada a los profesores.
Para empezar, cuando se da uno de estos talleres (no dejan de ser eso), no se limita en absoluto el nivel de los asistentes (tampoco habría forma de controlarlo a priori). Así que, perfectamente puedes tener al lado a alguien que apenas sabe hacer un 70… pero da igual, porque es una master class y quiere poder decir que ha estado en una.
Esto me llevaría a otra reflexión sobre la responsabilidad de la gente a la hora de meterse en talleres en congresos, o de apuntarse a niveles en escuelas, pero hoy no toca.
Quedan entonces, dos opciones: 1 – el taller es realmente bueno, pero el público no hace la figura correctamente. 2 – el taller es normalito.
Con ese nombre, se espera una figura de master, con un público con nivel suficiente para hacerla, pero lo normal es que no se dé.
Como notas a favor, recuerdo el taller de estilo chicos de un súper-crack en Cullera 2014 que sí mereció realmente ese nombre por ambos puntos mencionados. También se me viene a la memoria la master class del Shango 2016 con Javier Monier diciendo: «Lo llamamos master class, pero es un taller… así que tranquilo todo el mundo».
Por mi parte, seguiré haciendo talleres de nivel medio-avanzado, que es donde me encuentro cómodo y creo que voy a estar al nivel de las chicas con las que tenga que ir practicando.