Cada vez hay más gente joven que entra en el mundo-salsa, pero gran parte del público que habita las pistas y escuelas viene de separaciones, divorcios, y desencuentros en general, que han hecho que la salsa pase a ser su modo de vida.
Con todo tu entorno viviendo en familia, y hasta las narices de aguantar conversaciones absurdas en bares de copas tradicionales, te apuntas a una escuela de baile y ahí empieza todo.
A lo mejor has seguido tomando copas en sitios como Marmara, Fortuny, etc., pero la salsa tiene un componente especial que hace que en parte, se vuelva más a la adolescencia.
Empiezas a tener en tu móvil, el teléfono de RRPP de discotecas, conoces nombres de profesores punteros, como de DJs en su momento… las fiestas ibicencas a las que hacía un par de décadas que no ibas, pandillas de amigos, esto último bastante difícil de conseguir en otros ambientes, las cenas de fin de curso.
Esos saraos en las piscinas de los hoteles que hacen congresos de verano, llegar a una discoteca y saludar a más de 50 personas, los celos, las envidias, los piques… todas esas cosas que parecía que habías dejado atrás con el nuevo siglo.
Todo ello, que creías que pertenecía a tu dorada juventud, vuelves a vivirlo, de forma directa o a través de tu grupo de amigos salseros.
Y la verdad es que es impresionante, porque vuelven a repetirse todos los perfiles, los mismos que había en tu pandi de adolescente, además de los subgrupos que se forman.
Ese ambiente ligón entre clases, el compadreo entre compañeros, comentar la jugada cerveza en mano antes y después de un sarao. pero claro, con un público que hace tiempo que peina canas.
Edad y mundo-baile, curiosa combinación que devuelve al pasado.
